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Library, 2007

On this occasion, submerged memories are books, which have survived the washing of white paint and have become subtle and anonymous objects, indistinguishable from each other, except for their physical characteristics (fatter, taller, more disheveled, etc. .). The way children describe it, or, according to my father, the ignorant. "The fat book, red, petiso", instead of a reference to the title, the author or the content. As if the artist wanted to get rid of all the knowledge acquired, as if she wanted to erase her mark on the world and the mark that this world has left her; as well as all his past-present-future (there are also many books that one buys in the understanding that they should be read "someday"). As if the written documents that are the books carry a subjective burden that is too heavy and, at the same time, too endearing to get rid of. Therefore, the least painful action was to neutralize that burden, "to bleach it", without losing anything, since everything, although covered, remains in place. There is also the fantasy involved in the hope that if at any time you want to rescue any of those memories, it will be possible to do so. After all, they are only covered with a white, innocent and delicate veil of white paint that, although it seems to have infiltrated the paper, is still superficial. The book, the submerged memory, still exists beneath it and, bleached, draws attention much more easily. These libraries are no longer bookshelves full of books, but stores that contain Patricia Bentancur's memory.

 

En esta ocasión, las memorias sumergidas son libros, que han sobrevivido al lavado de la pintura blanca y se han convertido en objetos sutiles y anónimos, indistinguibles unos de otros, excepto por sus características físicas (más gordo, mas altos, más despeinados, etc.). Al modo en que lo describen los niños_o, según mi padre, los ignorantes. "El libro gordo, rojo, petiso ", en lugar de una referencia al título, al autor o al contenido. Como si la artista buscara deshacerse de todo el conocimiento adquirido, como si quisiera borrar su huella en el mundo y la huella que este mundo le ha dejado; así como todo su pasado-presente-futuro (también hay muchos libros que uno compra en el entendimiento de que deben leerse "algún día"). Como si los documentos escritos que son los libros portaran una carga subjetiva demasiado pesada y, al mismo tiempo, demasiado entrañable para deshacerse de ella. Por lo tanto, la acción menos dolorosa fue neutralizar esa carga, "blanquearla", sin perder nada, ya que todo, aunque cubierto, permanece en su lugar. También está presente la fantasía que implica la esperanza de que si en algún momento desea rescatar alguno de esos recuerdos, será posible hacerlo. Al fin de cuentas sólo están cubiertos con un velo blanco, inocente y delicado de pintura blanca que, aunque parece haberse infiltrado en el papel, todavía es superficial. El libro, el recuerdo sumergido, sigue existiendo debajo de él y, blanqueado, llama la atención mucho más fácilmente. Estas bibliotecas ya no son estanterías llenas de libros, sino almacenes que contienen la memoria de Patricia Bentancur.

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